lunes, 22 de febrero de 2010

El objetivo de la Palabra de Dios

El objetivo de la Palabra de Dios
Efesios 4:11-16
Introducción:
El ministerio de la Palabra es un regalo que Dos ha dado a su Iglesia. La predicación fiel de esta palabra es la que permitirá que Cristo hable a su iglesia y produzca frutos para su gloria.
¿Qué fruto produce el ministerio de la palabra? ¿Cómo usa Cristo su Palabra para gobernar, dirigir y guiar a la Iglesia?
En este pasaje podemos ver claramente algunos objetivos que la Palabra predicada y enseñada fielmente, puede producir.
I. Perfeccionar a los Santos
El verbo perfeccionar, en su etimología, se usaba en el campo de la medicina para hablar de la restauración de miembros rotos. Esta palabra es usada en el N.T. específicamente en Mateo 4:21 para describir a los discípulos que eran pescadores cuando preparaban sus redes, limpiando y remendando, con la mente puesta en la pesca del día siguiente.
Sin duda que el significado y uso de esta palabra, nos ayudan a comprender el efecto que la Palabra de Dios tiene sobre su pueblo, restaurando vidas para que vuelvan a estar sanas y fortalecidas espiritualmente, preparándolas para el servicio.
Si el ministerio de la palabra es llevada a cabo de esta manera, sin duda que las iglesias locales se transformarán en un hospital, en donde el enfermo espiritual sea sanado y en un gimnasio, en donde su vida sea fortalecida.
El ministerio de la Palabra, no debiera ser meramente académico, sino transformador. Cuando la palabra informa a la mente, esta afecta a la conciencia, moldea la voluntad, limpia y santifica la vida entera. Con justa razón, nuestro Señor Jesús oró en Juan 17:17: “Santifícalos en tu verdad, tu Palabra es verdad”.
Nota histórica:
Es interesante, a la luz de la importancia del ministerio de la palabra, saber que Pablo en Hechos 19:10 estuvo enseñando la Palabra por espacio de dos años y otros manuscritos antiguos, añaden que esto lo hacía “desde la hora quinta hasta la décima”, es decir, desde las 11 de la mañana hasta las 4 de la tarde. Estas cinco horas diarias, de enseñanza y discusión de las escrituras y el evangelio eran en medio de cristianos “comunes y corrientes”. No es de extrañar que en Hechos 19:20 se diga: “Así crecía poderosamente y prevalecía la palabra del Señor”. Esto produjo un fuerte impacto en la sociedad y transformó a este grupo de creyentes.
La historia post bíblica confirma que siempre que ha habido un despertar espiritual en la iglesia, esto se ha producido por buscar una rica e intensa dieta del ministerio de la Palabra. En la Ginebra de la reforma, por ejemplo, era posible oír predicar a Juan Calvino un promedio de 6 o 7 veces durante la semana. ¿Se imaginan, si esto se diera en nuestras iglesias? En poco tiempo el mundo comenzaría a notarlo.

II. Producir frutos.
En nuestro pasaje de Efesios, podemos ver descrito los frutos de este ministerio:

1. Unidad – “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe” vs.13. No pueden haber unidad verdadera, sin tener la voluntad de Dios dirigiendo nuestras mentes y esto solo es posible si todos, como un solo cuerpo, somos expuestos a la palabra del Señor.

2. Conocimiento. “…del conocimiento del Hijo de Dios”. Juan 17:3 manifiesta que la vida eterna consiste en conocer a Dios y a su Hijo Jesucristo y es imposible llegar a entender y amar a nuestro Señor sin el ministerio fiel de la Palabra. Necesitamos ser expuestos a las Escrituras, ya que el cristianismo no el resultado de la imaginación, sino de la revelación, la cual debidamente interpretada y aplicada en el poder del espíritu, sin duda nos dará un conocimiento adecuado de nuestro Señor y Salvador.
3. Madurez. “… a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Esto significa llegar a ser como Cristo y esto solo es posible si la palabra de Cristo mora abundantemente en nosotros (Col.3.16)

III. Conducir a la estabilidad e integridad.
Por último, algunas implicancias prácticas de esta madurez, producida por el ministerio fiel de la palabra son:

1. Estabilidad – vs.14 “para que ya no seamos niños”
Una observación simple de un niño, nos mostrará que estos, en sus primeras etapas, son inestables en su caminar y se caen fácilmente, también se distraen enseguida y no tienen la experiencia suficiente para distinguir entre lo insignificante y lo verdaderamente valioso.
Lo mismo ocurre en lo espiritual, así vemos como los creyentes inmaduros se dejan llevar por lo novedoso o todo tipo de doctrinas que aparecen en escena cada cierto tiempo.
Pero la exposición prolongada, intensiva y fiel de la palabra de Dios nos libra de la inmadurez. (Salmo 119:98,99)
2. Integridad – vs.15 “…sino que siguiendo la verdad en amor”.
La marca distintiva de la vieja vida, sin Cristo, era la mentira, dice Ef.4:25, por el contrario, la verdad, la integridad y la realidad, son las marcas de los discípulos del Cristo de Verdad (Juan 14:6). El fingimiento y la hipocresía no tienen cabida en la nueva comunidad de gracia. No olvidemos también que la verdad y el amor van de la mano, de lo contrario, la verdad sin amor, será solo legalismo e intelectualismo seco, y por el contrario, el amor sin la verdad, solo llegará a ser nada más que sentimentalismo o emocionalismo desequilibrado.
3. Unidad – vs.16 – Separados de Cristo y Su Palabra nada podemos lograr. Pablo describe esta unidad usando la analogía del cuerpo, y al igual que un cuerpo está unido por las coyunturas, la iglesia debe estar también unida por el ministerio sabio y nutritivo de la Palabra de Dios.
Conclusión:
La causa de una iglesia local mal desarrollada es casi siempre producto de una falta, o bien de verdad o de amor; tristemente a veces de ambos. Donde falte el ministerio fiel de la palabra, el conocimiento de la verdad será limitado y la capacidad de desarrollar madurez se verá empobrecida, dejando a la iglesia sin la semejanza de Cristo, a la cual debiera llegar.
Pero donde el ministerio de la palabra prevalece, la verdad y el amor estarán presentes y el crecimiento está asegurado y la gracia prevalece.

















Vamos a estudiar Efesios de Sinclair Ferguson
Adaptación por Omar Ramos B.